miércoles, 9 de diciembre de 2009

Día 1.

Agonía. Que agonía que no me deja respirar, y cada vez me cuesta más y más. Lo veo todo negro, como un túnel sin fin... y de pronto...
Me incorporo de la cama rápidamente. El corazón se me desboca y la sabanas están empapadas. En su lado de la cama, hay un enorme vacío. Su aura ausente me llama a gritos, o quizás sea yo la que le necesite ahora.
Dónde se habrá metido? Le extraño y solo fue una pesadilla. Pero parecía tan real que me da pánico solo de pensarlo. Odio ser tan dependiente de alguien. Todo ese cinismo que antes me caracterizaba se ha marchado, lo ha limpiado él.
No está en el salón, ni en la cocina, ni en el baño.
Y me asomo al balcón con la esperanza de verle volver a casa. Me enciendo un cigarro y en la primera calada siento como mis músculos se relajan. Me dejo apoyar en la barandilla y noto como el sabor del humo inunda mi garganta hasta mis enfermos pulmones.
La luna canta y no es a mi. Te está buscando como yo.
Y la desesperación va aumentando.
Tengo ganas de vomitar, si no vuelves pronto me pegaré un tiro en la cabeza. Voy a llenar este puto sofá de visceras que me gustaría que luego limpiaras con la lengua.
Ven pronto o gritaré.
Ven ya o voy a llorar.
No quiero llorar, sabes que lo odio.
A la mierda.
Me pondré unos pantalones y saldré a buscarte, aunque no sepa donde diablos estas.
La noche me persigue y si apoya en mis hombros, esta presión me impide caminar.
No se por donde empezar, eres un tipo excéntrico y podrías haberte marchado al fin del mundo.
No hay nadie en la calle, ni ruidos de motores, ni la voz de la gente, ni un triste gato escondiéndose entre una sombra. Solo estamos los dos en esta ciudad, despiertos, divagando entre un mar de asfalto en silencio.
Pero no sé donde estas.
Yo sola no sé sobrevivir en este horrible lugar.
Dónde estas?

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