miércoles, 9 de diciembre de 2009

Día 5.

Le vi desvanecerse y vi como su rostro se tornaba rojo. La ira se despertaba dentro de mi y la angustia presionaba mi garganta impidiéndome respirar.
Observé sus ojos apagándose, antes de caer rendido y comprendí la tenue expresión de su mirada. Entonces me di la vuelta y corrí hasta el contenedor de basura al otro lado de la calle. Me metí dentro y observé la situación.
Arrastrando su cuerpo por el frío y sucio asfalto, y con una violencia innecesaria le introdujeron en el maletero. Saqué mi pistola, y cuando aquel coche negro pero poco discreto hubo arrancado, salté sobre la acera. Me acerqué sigilosamente a un semáforo cercano, y ya no tenía miedo, ni tampoco sentía nervios. Mi fuero interno ardía de ansias de venganza.
Un destartalado Wolkswagen estaba parado y me acerqué a la ventanilla del conductor, un jóven que no sobrepasaba los 30 años. Genial, pensé para mí misma. sonrreí y le di unos suaves golpecitos a la ventanilla, girose extrañado:

- Verá, me he perdido por aquí y me gustaría saber dónde podría encontrar un motel que esté cerca de esta zona.

El chico se confió demasiado, y no era su día de suerte.

- Aquí cerca hay uno, apenas está a 3 manzanas al oeste. Si quieres... puedo acercarte.

- Genial,pensé.

Di la vuelta y entré en el coche por el lado del copiloto. Me senté. Tranquilamente le puse la pistola en la sien.
Él se horrorizó.

- No grites, o te lleno el cerebro de plomo.
(Sus músculos se tensaron, pobrecito)

-Sal del coche tranquilamente. Me lo vas a prestar unos días, te lo devolveré cuando no lo necesite.

Me miró de reojo, sus ojos cristalizados de miedo me miraban suplicantes.

- Sal del coche ya.

Lentamente, abrió la puerta y salió mirándome con ojos desconfiados. Una vez hubo cerrado, corrió como alma que lleva el diablo.
Me puse al volante y aceleré. Comencé con la búsqueda de aquel coche negro cuya matrícula había apuntado en mi brazo.

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